viernes, 13 de mayo de 2011

Broma, confusión y bofetón



Estos hechos sucedieron en Lima, hace cuatro años, cuando aún con Lizette éramos novios.

Ella sufrió en una pierna la picada de una araña casera y por la gravedad del veneno inoculado tuvo que ser hospitalizada en la clínica Meson de Sante en el centro de la capital peruana. Su estadía fue de cuatro días en una habitación doble, con una señora  de unos 65 años, quien estaba próxima a ser dada de alta, luego de una sencilla intervención quirúrgica.

Al tercer día de ir a la clínica, antes del medio día esa paciente fue autorizada a salir y se me ocurrió la idea de hacer una broma y de paso, almorzar junto a mi enamorada.

Tan pronto la señora se fue de la habitación, observé  a Lizette que cabeceaba del sueño y sin hacer el mínimo de ruido saqué del closet unas cobijas y una almohada y sobre la cama libre hice un muñeco. Lo acomodé de tal forma que quedó en posición fetal contraria a la puerta  y lo arropé. Perfectamente simuló una persona.

Lizette permaneció dormida  los 10 minutos que duró mi actividad. Así que cuando despertó, y luego de la acostumbrada sonrisa entre novios, miró hacia la  otra cama y se sorprendió.

-          Amor, ¿acaso a la señora no la autorizaron  para salir?
-          ¿Qué pasó?

Sonriendo, le conté que era una broma para que el personal encargado de la alimentación dejara el almuerzo de la señora y así yo podría acompañarla con el de ella. Sonrió y así se convirtió en cómplice.  Quedamos a la expectativa del desarrollo de la “gran” iniciativa.

Mientras tanto, decidí ir a comprar algunos de los famosos periódicos “chicha”. Cuando regresé Lizette me dijo riendo:


n      Imagínate que entró una enfermera y miró hacia la cama. Se le hizo raro  observar a una persona acostada. Así que se acercó, llamó a la señora que supuestamente estaba, y al no obtener respuesta, la movió, se le hizo raro y la destapó. Mi novia tuvo que hacer una pausa pues no podía hablar a causa de la risa.

n      La chica se asustó y pegó un grito y después comenzó a reírse, comentó. Cuando se calmó, no tuvo más que decirme que los chicos de limpieza  frecuentemente le hacían bromas, pero que esta vez si se habían pasado.

Mi plan de almorzar a cargo de la clínica se había esfumado. No me quedaba otra que comenzar a desbaratar al muñeco.

Me acerqué a la cama y metí mis manos por debajo de las cobijas para sacar  “las extremidades”,  cuando se abrió la puerta y apareció una señora con su respectiva cartera y una bolsa plástica. Me miró, sus ojos se abrieron desmesuradamente y gritó:

-          ¡¡ Pervertido, auxilio, le están cogiendo las piernas a mi mamá!! y de inmediato se acercó y me dio tremenda bofetada a la vez que me decía a todo pulmón:

-           ¡Desgraciado, ¿como se atreve a hacer sus perversiones a una señora de edad y además enferma?

Esa insólita escena, no pudo haber estado nunca entre mis previsiones. Así que la única reacción ante este hecho, fue tirar de las cobijas  y dejar al descubierto mi obra y mis verdaderas intenciones.

Esta vez si que pude observar, por primera vez,  lo que en verdad son un par de ojos absolutamente desorbitados. Increíble el tamaño que logran alcanzar y la sensación que producen a punto de saltar.

La señora quedo sin habla. Fue el momento ideal para explicarle lo que sucedía:

-          Mire, le dije, tartamudeando, la señora que estaba aquí fue dada de alta hace como una hora y decidí hacerle una broma a las enfermeras. Esta parte final de la frase me salió como una queja de adolescente, mientras me sobaba la mejilla afectada.

-          Mire señor todo lo que produjo su estúpida broma, replicó, Yo no sabía que mi mamá ya se había ido, porque no traje mi celular. Entonces, ¿imagínese lo que sentí cuando entro y lo veo a usted metiendo las manos entre las cobijas de mi viejita, pues lo primero que pensé fue eso, que un pervertido estaba abusando de ella….y comenzó a reírse.

-          Bueno, adiós y ojala no siga haciendo esas cosas y con una estruendosa carcajada mi agresora salió de escena.

Estaba estupefacto. Lizette se retorcía de la risa. Entró la chica con su carrito para dejarle el almuerzo. Mire la bandeja y murmuré que mejor iba al restaurante. Fui a uno cercano y mientras me atendían  pude sentir en la mejilla las palpitaciones que quedaron luego de tan sonoro golpe.

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