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Bueno, bajo este acogedor calor samario, saque mi maquinita del alma, la prendí y comenzó a quejarse.. Ese ruidoso pito que clama por energía se disparó. De inmediato busque en la mochila el cargador y no lo encontré.
Caí en cuenta que en Bogotá, en la casa de mi madre, dejé su negro biberón Así que mi amada computadora IBM, está en tierra caliente disfrutando de un merecido descanso y almacenando en su memoria el despiste que tenía preparado para esta ocasión. Este si que es un olvido fresquito. Nada que mejoro. Afortunadamente mi esposa trajo un LG.
Desde hace cinco años me acompaña como mi gran amiga y confidente una portátil de marca IBM, modelo Thinkpad t21 que pesa más de cuatro kilos. Si le suma el cargador, la cámara web, los audífonos y la mochila, mi compañía llega a las 10 libras .
En los aeropuertos se burlan de ella. Lógico, su tamaño es exagerado, supremamente visible y además sobresale, porque es tal vez de las pocas máquinas de computación de fácil trasteo, con monitor cuadrado, no rectangular, como tradicionalmente las fabrican.
El exagerado agrado por mi “portátil”, tiene que ver con ese detalle. Me permite mayor concentración y especialmente que ante mis deficiencias visuales, las opciones para agrandar el tamaño es genial. Su estructura es maciza, sus teclas muy duras y seguidamente le repaso las letras en las teclas con esmalte blanco.
Ella llama la atención a donde quiera que va. Por ejemplo en Lima, en los famosos Starbucks, no faltan las risas socarronas. Las veces que he viajado a mi país en los dos aeropuertos, Jorge Chávez y El Dorado, casi Luís Carlos Galán, la gente se ríe mientras digitan en sus miniaturas.
Y que decir cuando llego a inmigración y por seguridad debo sacarla de su mochila y exhibirla ante la seguridad aeroportuaria. Las sonrisas, las señas desdeñosas y hasta los comentarios malintencionados son normales. Tanto que a la salida de Lima, un funcionario dijo que si la llevaba a un museo.
Pues bien, esta vez, para mi viaje a la bella, pero triste Colombia, a la primera que acomodé fue a ella, después si a mi mujer. Efectivamente, nuevamente la traje, a mi portátil, y por primera vez a Lizette, mi esposa.
Llegamos a la capital y ella vive muy agradecida por mis atenciones. Mi mujer a veces se queja. Pero esta vez creo que me pasé y dejo constancia que fue sin intención.
Viajamos a Santa Marta, bella ciudad desde donde escribo. Obviamente que traje a las dos. Pero esta vez, mi computadora vino de paseo. La cargué con todo el amor y deseaba acá, en el caribe colombiano, escribir muchas frases..
Debo aclarar que sacar a pasear a mi IBM, a veces me atormenta, porque su peso me pone en aprietos y mucho más cuando es tierra caliente y debo trastearla a mi espalda, y cargar con mi mochilla, la de mi mujer y una maleta especial para cosméticos. Aún así, mi amiga va conmigo.
Bueno, bajo este acogedor calor samario, saque mi maquinita del alma, la prendí y comenzó a quejarse.. Ese ruidoso pito que clama por energía se disparó. De inmediato busque en la mochila el cargador y no lo encontré.
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