A la semana siguiente tuvimos otra presentación. Ésta fue en el desaparecido teatro Miramar, ubicado en la carrera 18 con la calle 43 y propiedad de los sacerdotes de la comunidad Carmelita, de la iglesia Santa Teresita.
El grupo ensayaba sin contratiempos. La coreografía más exigente correspondía a un baile ruso llamado, Kasatschok que como casi todos los ritmos cosacos son fuertes y se asemejan a las sesiones modernas de los aeróbicos fuertes.
Básicamente los pasos de este baile se basan en saltos y movimientos corporales que dibujan diversas figuras. Uno de ellos consiste en agacharse y lanzar las piernas hacia delante, ponerse inmediatamente de pié y volver a lanzar patadas al aire seis veces.
Así que prácticamente con el Kasatschok ejecutábamos toda una sesión de aeróbicos que nos dejaba absolutamente extenuados.
Los vestidos para el baile eran los usados tradicionalmente por estos famosos guerreros rusos y ucranianos, consistentes en gorros de piel pantalones bombachos y botas altas, para montar a caballo.
Pues bien. Todos teníamos nuestras vestimentas aportadas por la directora y las veces que faltaba alguna prenda o accesorio, el que pudiera aportarlo lo hacia. Un compañero y yo tuvimos problemas con la dotación de botas.
Una de las bailarinas logro conseguir lo dos pares. Las que me entregaron, me quedaron a la medida, eran de un estudiante de academia militar, mientras que las de mi compañero, que era de mi misma estatura, era confeccionadas en una imitación de cuero blando y dos tallas más grandes.
Todos mis ensayos fueron perfectos, mientras que mi compañero sufría por las botas pese a que la directora decidió amarrárselas con una cinta negra.
Llegó el día de la presentación. El baile ruso estaba programado como tercero, luego del sabroso Jarabe Tapatío y de un baile flamenco interpretado solo por las mujeres. Así que teníamos tiempo suficiente para cambiarnos de vestuario.
Como ya era un fumador empedernido, y desafiando las instrucciones, salí unos minutos con mi vestimenta mexicana a prender un cigarrillo. Luego a las carreras fui a vestirme para el otro baile y encontré que el vivo de mi compañero se había puesto mis botas y se había escondido.
Nada que hacer. A ponérmelas y en verdad que tendría problemas porque se salían fácilmente. Así que recurrí a mi astucia y decidí rellenarla para ejercer presión. Metí la cajetilla de cigarrillos, hojas de periódico, unas medias y mi pañuelo. Ensayé algunos pasos, no tendría ningún apuro.
Salimos a escena, se corrieron las cortinas y el Kasatschok sonó http://www.youtube.com/watch?v=wD7SCjhYQrc&feature=related
Comenzamos la coreografía, saltos acá, allá, en la mitad, todo bien. Llegó el paso de lanzar las piernas hacia adelante, tres, cuatro, cin…. cuando de repente la bota derecha salió hacía el público y el bazar que en ella había quedo regado en el piso del escenario.
Afortunadamente, uno de los asistentes de la primera fila logró agarrar el calzado en el aire, como si atrapara la bola del jonrón de un juego de béisbol. Las risas no pudieron ser más escandalosas. El público, sin excepción batió mandíbula y aunque después vino el tradicional aplauso de consolación, el daño ya estaba hecho.
Mi porvenir como danzarín acababa de quedar cojo.