lunes, 4 de julio de 2011

La broma


Trabajaba en la Secretaría de Prensa. Salía a almorzar y por el camino hacia la puerta principal de la Casa de Nariño, asome mi cabeza en la importante oficina de Monitoreo. No había nadie. Allí graban los noticieros de radio y televisión más importantes del país, sintetizan las informaciones, si es el caso las escriben tal cual, para entregarlas al despacho del presidente.

Quería saludar a mi amigo, colega y jefe de la dependencia, Jairo Sandoval. Y en la soledad del lugar me causó curiosidad que su escritorio estuviera cubierto por un pliego de papel blanco, como protegiéndolo contra el ambiente. En la gran hoja estaban escritas unas frases. Me acerqué y leí:

-          “Prohibido tocar los documentos. Habrá sanción para el infractor”. A continuación estaba la firma del responsable.

Me causó intriga esa advertencia y salí intentado descifrar  el motivo por el cual Jairo redactaba el insólito cartel.

Alcancé a dar unos cuantos pasos por el pasillo del primer piso, cuando decidí hacer una pequeña y simpática broma. Regresé a mi oficina en la sección de radio, tomé un plumón de color rojo y me dirigí a Monitoreo.

Releí las dos frases, me imaginé la sonrisa de mi compañero en jefe, puse mi mano derecha sobre la hoja y justo al lado de la rúbrica, dibuje mi mano derecha, teñí varias veces el dibujo y en letras grandes escribí JAJA JAJA. Satisfecho con mi broma fui a almorzar.

Regresé y me dirigí a mi sección, radio, meditando sobre los temas que había que desarrollar. Así que lo de la broma se me olvidó. Estaba definiendo prioridades noticiosas, cuando ingresó uno de mis compañeros y  comentó que escuchó a Jairo Sandoval desde Monitoreo, hablando muy fuerte y exigiendo saber quien se había burlado de él.

Que falla. Me dirigí a esa oficina y tan solo con entrar sentí el ambiente extremadamente pesado.

-          Intente romper ese témpano: ¡Huyyy parece que están en meditación trascendental! ¿Y eso desde cuándo?   

Todos estaban en silencio. Jairo permanecía pálido. Sus cejas parecían querer juntarse, pero la arruga central de la frente estaba tan pronunciada que impedía que se tocarán.

-          Miré hermano, me dijo, no estamos para chistes. Alguien se burló de mí y seguro que usted reaccionaria de la misma forma. Como los compañeros tenían la costumbre de revolcar los documentos que dejo sobre el escritorio, decidí poner un cartel previniéndolos  que no lo hicieran, porque no soporto más el desorden que me hacen.

Continuó,

-          Escribí prohibiendo esa acción. Pero al regresar alguien hizo una afrenta inimaginable. Le muestro. Y extendió un pliego de papel blanco en donde sobresalía una mano roja y unos JAJA JAJA del mismo color. Estoy a la espera que el culpable tenga el valor de aceptar su culpa, agregó.

Mi reacción fue inmediata. Puse mi mano derecha sobre la roja silueta y le confesé que yo era el culpable. Jairo dio un brinco y de pie se desahogo:

-          ¿Usted?, peor, una persona ajena entra, se burla y se va dejando un chispero y un mal ambiente entre nosotros. Es el colmo que haya hecho eso. Estaba rojo de la ira, hablaba en voz muy alta (gritaba) y manoteaba sobre el gran papel.

Cuando se calló solamente atine a decir:

-          Jairo, no sabía el contexto por el cual escribió ese cartel. Lo que hice no fue nunca con el fin de desafiarlo ni de sembrar discordia. No contemplé los efectos de mi proceder.

Le presente las disculpas del caso a él y a los compañeros de Monitoreo. Al salir un suspiro general, deshizo el hielo. 

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