lunes, 26 de septiembre de 2011

La chimenea




Tuve en mi niñez gran influencia  de personajes de historietas como  El Llanero Solitario, Buck Rogers, Roy Rogers, Hopalong Cassidy,  entre otros.

Así que cada vez que tenía la oportunidad que uno de ellos llegara a las manos, lo primero que hacía era recrear su aventura. De esta manera viví  las más espeluznantes experiencias y afortunadamente siempre salí ileso, al igual que mis héroes. Sin embargo, eso no implicó que en la vida real pusiera mi vida en peligro, gracias a mis despistadas.

En una ocasión, Roy Rogers y su eterno  pequeño amigo, Castorcito, fueron a explorar unas montañas y tuvieron que afrontar muchos peligros En su recorrido casi mueren  y el cowboy  tuvo que esconderse para no ser encontrado por unos malhechores.

Mientras ideaba en donde ambientar,  jugábamos con mis hermanos José, Augusto y Mauricio a los buzos. Tomamos a escondidas una careta de buceo de  Gabriel, uno de los mayores,  y por turnos  sumergíamos la cabeza en la alberca y contabilizábamos quien duraba más tiempo conteniendo la respiración.

Una mañana de vacaciones escolares mientras esperaba mi oportunidad para “bucear”, observé que si subía por la alberca daba a un techo y  por este accedía a un tejado grande que pertenecía a la casa de atrás. Claro, había encontrado en donde ser Roy Rogers.

Al día siguiente convencí a Augusto para que fuera Castorcito y le conté la historia que íbamos a representar. Obviamente se emocionó. Preparamos unos emparedados,   envasamos   jugo y en una mochila los echamos, junto con una cobija y una ollita, elementos que no deben faltar a un vaquero que se respete.

Aprovechamos la rutina de mi mamá, siempre pendiente de esa tropa de hijos y escalamos sin problemas. ¡Que bien se veía todo desde allí!. Hacia sol. Le di indicaciones a Castorcito para que sacara los víveres y tendiera la manta porque había que descansar. Mientras tanto observé detenidamente  el panorama y en el tejado observé unos ladrillos que  me llamaron la atención.

Recreamos la historia, cenamos, disparamos a muchos flancos porque los lobos se acercaban, calentamos café (afortunadamente era imaginario) y a descansar. Nos acostamos sobre esa cobija y ese cúmulo de ladrillo me inquietaba.

Decidí ir hasta allá le di la vuelta., mire por dentro, todo estaba oscuro. Y fue ahí cuando se me prendió este bombillo de duración eterna.

-         Claro, pensé, ahí podríamos esconder nuestras pertenencias por si nos veíamos en peligro  porque por allí abundaban los cuatreros, asaltantes de bancos y diligencias y también merodeaban los temibles Pieles Rojas.  
-      Hey Castorcito, grite, traiga las cosas porque es mejor guardarlas o sino corremos peligro.

-      Bueno Roy, me respondió mi fiel  compañía y acercó las pertenencias.

A medida que alcanzaba cosas, las iba depositando en ese gran escondite que hallé en esas rocosas montañas. Primero el frasco del jugo,  después la olla,  siguió la cobija,  la mochila y por último le dije que metiéramos también su chaqueta de cuero y mi suéter. Todo quedo resguardado.

-     Listo Castorcito, ahora nos merecemos un pequeño descanso, observé,  y así sin nada que nos sirviera para suavizar el duro techo, nos acostamos y nos pusimos a hablar y le dije que luego me escondería también entre esos ladrillos. Divagamos un rato más y nos quedamos dormidos.

El sol era fuerte, puesto que ya era medio día. En medio del calor y el sueño, oímos unos ruidos seguidos de unas voces. Eran mis hermanos mayores, Álvaro y Gabriel quienes asomaron sus cabezas para decirnos que bajáramos urgente porque nos iban a castigar.

- Jajaja, se burlaba Gabriel, esta vez  si le van a dar bien duro. Vinieron a dar quejas suyas… 
Estaba convencido que la razón era por encaramarme al tejado y además arrastrar conmigo a Castorcito, digo Augusto. Pero no, el verdadero motivo nunca se me habría ocurrido.

Asustados llegamos hasta el espacioso zaguán donde nuestra madre en compañía de una señora vecina observaba un envoltorio en papel periódico y una bolsa. A la visitante la acompañaba  su hija y obviamente mi pequeña familia observaba: Mauricio, José, Patricia, quien cargaba en brazos a Adriana, Matilde y Magda. Al otro lado se ubicaron Álvaro y Gabriel.

-         Señora, inició mi mamá, por favor cuéntele a estos mucharejos irresponsables  lo sucedido.

-         Niños, dijo en voz muy fuerte la vecina, estaba preparando la mesa para el almuerzo cuando sentí una serie de ruidos en la sala. Entré y casi me muero del susto porque por la chimenea  caían frascos y ollas. No sabía que hacer y fui al segundo piso, me asomé por la ventana y la señora del frente me indicó que ustedes estaban en el tejado.

-         Luego al bajar, continuo, entre nuevamente y encontré esta ropa y le entregó la bolsa a mi mamá.

-         Que susto me han dado, casi me infarto, exclamaba y miraba al techo.

Mi mamá y la demás parentela en primer grado también desviaron sus ojos hacia arriba y creí que esperaban que cayeran más cosas de mi escondite.

-         Señora,  interrumpió mi mamá, creo que lo mejor es que lleve a estos niños a su casa y les muestre y explique que fue lo que sucedió porque parece que no entienden ni jota.

Así fue. Nos dirigimos a la casa de al lado y efectivamente, en la sala había un polvillo negro, parecido al de la estufa de carbón de mi abuela. Nos acercamos a un hueco que había en una pared y que tenía unos ladrillos a los lados y en el piso. La vecina no explicó que era un chimenea, su fin y  funcionamiento.  Era, aclaró la señora,  para que saliera el humo y no para entraran cosas.

Ahí fue que conocí y entendí lo que significaban esas pequeñas construcciones ubicadas en los techos de las casas. Uffff, de la que me salvé al haber sido interrumpido de mis ganas de meterme en la chimenea….¡habría llegado completamente negro a la sala de la vecina!.

martes, 20 de septiembre de 2011

Un super macho en Cartagena



Siempre he sido  la versión fracasada de Don Juan Tenorio. Pese a que soy bien aceptado por las mujeres, ellas siempre ven en mi un  familiar “tierno, como acostumbran a decirme. De tal forma que resulto siendo un hermano, padre, primo, amigo de la infancia y ahora el abuelito.  Cuando hay posibilidades de ir mas allá,  mis  flirteos no son de lo mejor  y aunque la faena sea estupenda, termino sin siquiera cortar rabo de consolación.

Cualquiera que me observe al paso podrá pensar que soy un experto en asunto de la seducción y están muy equivocados. Pero una vez, un experto play boy criollo creyó reconocer en mi, múltiples  habilidades para el cortejo y  quedo convencido  que lo superaba. Todo esto, un verdadero suceso en mi vida,  ocurrió gracias a una de mis tradicionales despistadas.

Sucedió en  la ya nombrada Cumbre de Presidente y Jefes de Estado de Iberoamérica  realizada en Cartagena en el año 95. En ese intenso trajinar confluimos cientos de funcionarios de diversas entidades y unos se creían de descendencia real.  Entre ellos sobresalió un trabajador del Ministerio de Relaciones Exteriores, que estaba inscrito en la carrera diplomática y ya había tenido algunas  oportunidades en uno que otro país..

 Dicho personaje no pasaba desapercibido porque su cabeza giraba permanentemente 360 grados buscando una mujer. Cuando la encontraba, se transmutaba, levitaba colgado de su mirada y aterrizaba junto a ella como todo un galán de cine.

Constantemente este  Juanito criollo entraba a la sala de prensa y desde allí llamaba a todo el país. Parecía que estuviera en un control diario de su harem. Muchas veces tuve que pedirle que bajara el tono de la voz para que no incomodara a los periodistas que laboraban a esas horas.

Él también se hospedaba en el hotel Caribe, así que nuestro contacto visual era frecuente, ya fuera en el mismo sitio, en el Centro de Convenciones o charlando amenamente con las bellas chicas contratadas para el gran certamen.

Tenía ya varias amigas entre las chicas que brindaban información a la prensa  extranjera, las  guías y también  entre las niñas   que representan determinadas marcas comerciales. Como acostumbro hacerlo, fui  muy atento con ellas y les conseguía detalles de recuerdo del certamen,  entradas  para que asistieran a las fiestas programadas para la prensa y de vez en cuando  llamadas telefónicas a otras regiones del país. Así que cuando pasaba por su lado siempre me saludaban, me llamaban y me regalaban cositas. Todo esto no pasó desapercibido en nuestro Juanito nacional quien se convenció que yo era “El Seductor”.

Cierta vez tuvimos un pequeño enfrentamiento porque me vi en la obligación de ordenarle  que abandonara la sala de prensa porque conversaciones tan sonoras  afectaban el ambiente de trabajo. En ese brevísimo momento, el sintió la ley de la gravedad jerárquica, porque Presidencia de la República mata a Cancillería.

Allí nació cierta mutua antipatía que estalló cuando fui desterrado de la estupenda habitación que tenia, para entregarla a un asesor de nuestro presidente (los de arriba pisan a los de abajo) y me enviaron a compartir cuarto nada menos que con nuestro Don Juanito Terror.

Cuando lo busqué para contarle la “buena nueva”  la creyó tan absurda que rió  hasta más no poder. Cuando tuvo la certeza que hablaba en serio de inmediato fue a buscar a alguien que pudiera revocar ese traslado. No  fue posible, así que no tuvo más remedio que obedecer.

 Pero antes de consentir  mi ingreso a la habitación y en tono casi majestuoso me dijo:

-         Mire hermanito, honestamente su llegada dañó mis momentos íntimos que no tienen hora, ni fecha ni calendario. Pero eso no significa que por usted voy a dejar de tenerlos. Lo mismo creo que piensa y considero que ha  sido el más afectado.

-     Así que para respetarnos esos momentos, debemos de tener alguna clave para no perjudicarnos. Se  me ocurre que la mejor forma , si alguno está con una mujer en la habitación, es colgar  el letrerito de “no molestar” y el que llega sabe que hay acción. Entonces lo único que hace es golpear una sola vez, va a dar una vuelta  regresa a la media hora, con el compromiso de respetar ese lapso.

-         ¿Qué le parece? ¿Está de acuerdo o tiene alguna otra idea?

-         No, ninguna, así está bien, le respondí sin imaginarme lo que afrontaría.

Acomodé mis cosas en el cuarto y salí al Centro de Convenciones. Regresé como a las ocho de la noche con ganas de acostarme  y dormir  un poco de televisión. Cuando fui a abrir la puerta estaba el aviso de “no molestar”. Golpeé y me fui a la sala de prensa a llamar a mi familia en Bogotá. Regresé luego de una hora y  la contraseña ya no estaba. Ingresé, la habitación estaba sola así que me acosté.

Dormía perfectamente, cuando entró mi compañero de habitación. Eran las 12 de la noche. Llegó bebido y comenzó a llamar por teléfono  y al mismo tiempo le sonaba su celular tamaño panela  de la época. Así pasaron los minutos  y hablaba por un lado y luego por el otro.

-         ¡Hola deje dormir que yo debo madrugar a las 5 y 30 para  ir a la emisión radial del noticiero oficial!, le dije varias veces, pero solamente hasta después de la una se silenció el sujeto.

Trasnochado cumplí con mi labor y sobre las ocho de la mañana decidí ir a la habitación a dormir unos minutos para recuperarme. Al disponerme a abrir leí el consabido “no molestar”.  No tenía tiempo para dar la pactada vuelta de media hora y regresar. Por la noche sucedió lo mismo y luego del golpe en la puerta y de  los 30 minutos de espera pude entrar a descansar pero las incesantes llamadas fueron otra pesadilla.

Nuevamente sin dormir bien,  seguí para mi rutina y después fui  a averiguar si alguno de mis compañeros me recibía. No lo logré y sucedió otra vez la misma historia. Ya al tercer día de martirio decidí estar pendiente para entrar a descansar directamente sin tener que esperar.  Estaba en el noveno sueño cuando la puerta se abrió y un par de risas ingresaron. Después lo hicieron mi compañero de habitación y su compañía de turno.

-         Hola, me dijo, debería estar trabajando. ¿Ya sale?
-         Mire hermano, no he podido dormir por su culpa. ¿Y ahora que creí que podría hacerlo viene a despertarme? le recriminé:
-       Además, le recalqué,  viene a hablar de trabajo, cuando usted está parece que está es en comisión  sexual. Y me levante y salí de la habitación.

Iba por uno de los pasillos y mis amigas me llamaron para pedirme un favor, algo que muy  normal en ellas.

-         Jhonnycito,  me dijo la de  rasgos orientales, imagínate que estoy con un guayabo terrible y para la hora de mi almuerzo, ¿me prestas un rato tu habitación para dormir un poco?

-         Claro, no hay inconveniente. Pero te recomiendo que coloques el aviso de “no molestar”. Si escuchas que golpean no hagas caso que es mi compañero de habitación y con el ya tenemos un acuerdo.

Listo dijo la muchacha, le entregué la llave y me olvidé decirle lo de la media hora de tiempo para dejar la alcoba. Obviamente mi amigo fue acompañado, regreso según el tiempo convenido y el aviso seguía allí. Por la noche pasé y una de las amigas me entregó la llave que dejó la chica dormilona. Llegué a la habitación, estaba el cartelito de “no molestar”, golpee  varias veces y como no obtuve respuesta seguí.  No había nadie. Cerré no  sin antes retirar la cartulina impresa.

Al rato entró el otro inquilino habló como  todas las noches. No le dije nada. Amaneció fui al estudio de radio instalado en el mismo hotel Caribe y sobre las 8:30 de la mañana  cuando pasaba por el pasillo hacia el restaurante, las niñas  me saludaron y la de ojos rasgados me agradeció el favor hecho. Las otras se enteraron y mi llave comenzó a  rotar entre ellas y a esa  habitación ingresaron  hasta tres jóvenes a descansar un rato.

Un día se les olvido poner el aviso de “no molestar” y Juanito Tremendón entró con su amiga y encontró el trío de bellas muchachas.  Una de ellas atinó a decir que me estaban esperando, ante lo cual  el gran seductor no tuvo más que retirarse. Así sucedió en varias ocasiones y hasta cierta tarde que entré a la habitación con dos de las chicas porque urgente debía cambiarme la camisa, mi compañero salía y  no pudo dismimular su envidia. 

La última noche de estadía, ya clausurada  la Cumbre Presidencial, decidí dormir temprano porque estaba seguro que Juanito tendría despedida en el cuarto .Puse entonces el aviso y me quede dormido profundamente hasta el otro día. A las 7 y 30 a.m. No oí nada. Cuando salía con mi equipaje observé que Don Juan dormía en una silla en el pasillo.

-         Hermano, despierte y vaya a dormir, le dije mientras lo sacudía.
-         Hummmmm, dijo estirando sus extremidades. Bueno menos mal que usted se va primero. Yo me quedo dos días más. No había conocido un tipo con tanto éxito con las mujeres  y además en grupo. Hermanito, me quito el sombrero y ojala nunca más tenga que compartir habitación con usted. (?)

lunes, 12 de septiembre de 2011

Jhonnyzadas



Desde pequeño hice gala de una estupenda manera de solucionar los inconvenientes. Sin embargo, esa habilidad no fue muy comprendida por mis mayores quienes muchísimas veces frustraron las que yo consideré en su momento “genialidades”. He aquí algunas:

El verdugo de muñecas

Toda familia que se respete debe de tener una tía rica. La de nosotros, la Tía Blanca viajaba frecuentemente a Europa. A su regreso era su costumbre traernos regalos y aunque fuéramos 10 sobrinos de una sola de sus  hermanas, siempre existió el detalle para cada uno.

En una oportunidad le obsequió a mi hermana Patricia una lindísima muñeca fabricada en Alemania. Muy contenta y con el paso de los días ella decidió confeccionarle ropa a su nueva compañía.  No quiso la asesoría de mi mamá,  pero tampoco se dio por vencida y termino el diminuto ajuar.

Recuerdo que yo estaba sumido en mi mundo de vaqueros. Una mesa era la carreta en donde llevaba mis víveres, un asiento ubicado adelante era el caballo y una corbata de mi papá, hacia de rienda. Iba por un desierto perseguido por los temibles indios Pieles Rojas, cuando Patricia se atravesó y me obligó a frenar bruscamente.

  •      Jooooo, grite y detuve mi carromato.

  •      Jhonny, ¿me puede hacer el favor de ponerle este vestido a la muñeca? me dijo y me entregó a su pequeña  rubia.


  •       ¿Pero acaso es tan difícil? Le pregunte bastante intrigado.   - Lo que sucede, me dijo, es que le hice el vestido cerrado, sin botones ni cremallera y como la cabeza de la muñeca es muy grande, no le cabe.

  •      Bueno, no hay problema, pero eso le vale una chocolatina Jet porque está haciendo frío en el desierto le dije y ella se fue a conseguirla.

Creí que sería muy fácil pues solamente era jalarle la cabeza a la muñeca, ponerle el vestidito acomodar nuevamente y listo,  como se hace con todas esas nenas plásticas Pero justamente me encontré con el inconveniente que precisamente esta era enteriza y la  cabeza y tronco formaban una sola pieza.

No había sino una sola opción para que ese  prenda luciera en esa bella muñeca. Fui a la cocina, busque el cuchillo con mejor filo acomodé a la paciente y tras unos movimientos sobre su cuello, la cabeza se desprendió.

Mi hermana regresó feliz, me dio la Jet y le entregué su muñeca con el vestido puesto. No pude hacer lo mismo con la cabeza. Gritos desesperados, mis padres salieron afanados a ver que pasaba y encontraron la muñeca decapitada. No comprendieron mi original forma de solucionarle el problema a mi familia y un par de correazos me apagaron mi bombillo creador.

Un juguete para dos usos

Años después y para una navidad, mi hermano Mauricio recibió de manos de su madrina un increíble semáforo con control remoto para encender las tres luces. Pasaron los días y el juego se puso monótono.

El único que lo manipulaba era Mauricio, mientras nosotros con nuestros carritos debíamos pasar y pasar a su lado y acatar la ordenes de acuerdo al color que el dueño del semáforo indicara. Él no nos dejaba ni siquiera tocar su juguete.

A las escondidas podía jugar un rato, pero normalmente me descubría e iba a acusarme. Así que idee una manera de ampliar el beneficio del juego y fue cuando se me ocurrió hacer una bodoquera.

Claro, era divertidísimo. De las revistas o cuadernos viejos fabricábamos los bodoques, los metíamos entre un tubo y soplábamos fuertemente para dar en un blanco previamente escogido y que regularmente eran las cabezas de las personas que caminaban frente a nuestra casa.

Convencí a mi hermano de que su semáforo era el ideal para dicho propósito puesto que tenía el tubo perfecto. Era liviano, de longitud precisa  y además desarmar ese juguete era sencillo, volvíamos a ponerle todo en su sitio y otra vez quedaba listo para que siguiera con sus cambios de luces.

Quite el cajoncito y saltaron  tres bombillitas, encontré unas conexiones las cuales obviamente corté, jale el tubo, lo despegué de su base, tiré los cables y los saqué del cilindro. Algunos días  nos divertimos muchísimo pegándole bodocazos a los transeúntes desde la ventanas.

Todo estuvo bien, hasta que Mauricio decidió que quería jugar con su semáforo. Decidí armarlo, pero me  fue imposible. Las palmadas y la prohibición de ir a matinal durante varios domingos si fue posible para mi papá quien tampoco esta vez me supo entender. Lo positivo fue que mi hermano no quiso su bodoquera y así tuve mi propia diversión.



domingo, 4 de septiembre de 2011

La noche que Sasha perdió la virginidad



Sasha, la hermosa perra de raza Chau chau y mascota de la familia llegó a su segundo celo. Igual que  la primera vez, recurrí a armarme de un palo y una bolsa con piedras para sacarla a la calle y espantar a sus paisanos callejeros. Esta vez me encontraba de vacaciones así que el vestido de paño y la corbata fueron de inmediato reemplazadas.

 Junto con la ropa ligera usaba una cachucha. Así que por el vecindario paseaba varias veces al día a nuestro animalito. No pensé   la clase de imagen que proyectaba hasta que el tradicional vecino,  amo del sarcasmo,  me dijo:

-         Que bien que en este barrio se preocupen por mejorar la calidad de la vigilancia. Veo que  los celadores patrullan ahora con  perro, están armados con palos y piedras  y además les exigen que sean periodistas.

Pero en realidad, tantas idas y venidas con Sasha se debían a que junto con mi hijo Jhonny, en esa época con apenas  cinco años, la llevábamos  hasta la casa de una señora dueña de un estupendo perro de nombre Mateo. Deseábamos que quedara preñada de ese gran  yerno canino.

Completaba dos días en ese trajín pero la perrita no se dejaba montar. Llevábamos ya muchos intentos y definitivamente parecía que no habría  ninguna posibilidad que Sasha tuviera su primera experiencia sexual. Durante esas idas y venidas superamos las arremetidas de varios perros..

Ese segundo día regresábamos  con mi compañerito de otro intento más y ya había anochecido. Cuando íbamos  a subir al apartamento, que quedaba frente al negocio porque nos habíamos trasteado, observé que había bastante clientela  y deduje que precisaban de mi ayuda.

Entonces en  vez de decirle a mi hijo que llevara a Sasha,  decidí  dirigirme  a la tienda llevándola de su cadena porque la idea era preguntarle a Rosalba si en verdad requería de mi presencia. Ella,  atareada, creyó que ya estaba solo así que me imploró colaboración.

Supuse que apenas  con tres minutos como máximo disminuiría la presión de los compradores, así que deje a Sasha a la entrada del negocio y le ordené que se estuviera ahí echada como ya estaba acostumbrada a hacerlo.

Destapé y alcance cervezas, despaché unas gaseosas y estaba cambiando la música, cuando se escuchó el fuerte chillido de un perro. Rosalba que estaba más cerca de la puerta del negocio gritó totalmente espantada:

-         Jhonny, usted no subió a Sasha y miré que ese horrendo perro ya se la está comiendo...

Mi corazón trató de salir corriendo primero que yo, dejé el pedido de trago que había hecho una pareja y me asomé. Lo que observé  fue  trágico.

Bajo la luz que emitía el poste esquinero, como iluminación  de escenario,  el más feo de todos los perros callejeros  estaba encima de la candorosa Sasha. Ella chillaba y por una de  las ventanas del apartamento se asomaron  mis hijos también a hacer lo mismo y también a gritar y llorar con todo el comprensible desespero.  Rosalba estaba airada y me pedía que separara a la pareja canina. Los ciudadanos que pasaban por el andén se detenían a mirar  a su alrededor indagando el motivo de tanto escándalo.  

En la tienda todo estaba en silencio. No había música y los clientes desde sus mesas, unos de pie, otros medios sentados observaban el acontecer. Sandra, la empleada, le dijo  a Rosalba que la única forma de terminar con esa impactante  escena sexual  era echándoles agua.

Mientras tanto yo me convertí en un monumento a la incredulidad. Era inconcebible  que sucediera eso, precisamente cuando ya estábamos a las puertas de lograr que Sasha se  doblegara a los encantos de Mateo. Cavilaba sobre esa tragedia que ocurría y un grito me tiro de inmediato a la dimensión que era.

-         Ya que usted es el causante de lo que pasó, agarre  este balde de agua y écheselo a ese perro para que suelte a Sasha,  ordenó mi mujer.

Lo increíble es que cogí el balde, cruce la calle, pero cuando me disponía a ejecutar semejante acción tan absurda,  las risas de las personas que estaban en el negocio me despertaron, me detuve y me negué a hacer tamaño ridículo. Mis hijos lloraban.

A los minutos el dichoso “goskerry”  se bajó y  mis hijos también lo hicieron del apartamento. Rosalba se acercó regañando a la mascota, mi hija le decía cochina, unos vecinos se acercaron y Sasha lo único que podía hacer era batir su colita mientras mi Diana me recriminaba y me decía que ella no iba a querer al horripilante  canchoso que de seguro acaba de ser engendrado en ese impactante encuentro sexual.

Caí en cuenta en ese momento que había que hacer algo al respecto, llamé a mi papá quien recomendó que la llevara  al veterinario más cercano para que le aplicaran una inyección. Pero antes de ir, hubo que bañar a nuestro animalito, porque el olor que le quedo de esa aventura fue hediondo.

Luego con mis amados y sufridos hijos nos dirigimos a la veterinaria más cercana. Mientras el profesional atendía  a Sasha, y ya algo relajado recreé la siguiente escena:

En un basural, a esa hora de la noche, el perro callejero más horroroso de Bogotá está  con sus amigos. Mientras muchos de ellos se rascan, ese can luce una gran sonrisa. Saca pecho y lamiéndose el único canino que le queda,  ladra a los cuatro vientos que acaba de tener la relación sexual más deliciosa de su vida. Ha sido  con una perra de raza y en un lugar en donde nunca se imaginó que podría sucederle una aventura de tal calibre. 

Y lo mejor, les comenta el can, es que esa bella perra con un nombre como ruso, pero de los que nada tienen que ver con la construcción, estaba virgen. Los demás canes estallaron de la risa. Y aún, todavía estoy seguro que durante su vejez nunca  le creyeron la historia a su horripilante compañero.