Paradojas de la vida: Un despistado como yo, se inscribe al entonces famoso programa de concurso de la televisión colombiana “Concéntrese” que como su nombre -más que obvio- indica la cualidad del participante y sin saber aún cómo, fui ganador.
Sucedió hace 26 años. Recuerdo todavía la expresión de don Julio E. Sánchez Vanegas, presentador y dueño de JES, una de las importantes programadoras de televisión durante cuatro décadas, cuando preguntó quien había hecho el mayor número de parejas y le respondí que no sabía.
- Pues es muy fácil señor concursante, respondió de inmediato. Solamente cuente los globos que tiene cada fajo de billetes a su lado y después los de su contrincante.
Efectivamente, conté los globos y sumaron ocho mientras que mi adversaria tuvo siete. Solamente hasta ese momento, finalizando el programa, supe que había ganado la no despreciable suma de 75.000 pesos (un millón hoy), un televisor a color, un juego de alcoba con cama doble y un cubre lecho.
Así que hice una insólita presentación en un concurso que exige absoluta concentración, en donde nunca supe que pasó y sin embargo resulté vencedor.
Este golpe de suerte se inició en una soleada tarde bogotana de un lunes del mes de julio, cuando pasaba por el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada, en Bogotá, sobre la calle 26, abajo de la carrera 13 y observé una larga fila. Pregunté para qué era y un señor de edad me respondió que para inscribirse a Concéntrese. No tenía afán así que decidí anotarme.
Pasaron las semanas y la expectativa por salir favorecido se diluyó completamente hasta cuando el primer domingo de septiembre mi entonces esposa, me dijo que mientras había salido a comprar algunas cosas con mi hijita, habían llamado de “Concéntrese” para que asistiera al otro día en horas de la tarde a la grabación n el mismo centro de convenciones.
Recuerdo eso sí que antes de salir para ese lugar, llamé desde mi trabajo en la campaña presidencial de Virgilio Barco y le dije a mi consorte que “iba a ganar”. Esa tarde grababan dos programas del conocido concurso. Sortearon participantes para el primero y no salí favorecido. En verdad que no lo esperaba.
Terminó la primera grabación y anunciaron los seis concursantes que en duelo de a dos, se batirían respondiendo preguntas preestablecidas. Quienes tuvieran los mayores puntajes serían los rivales a enfrentarse en Concéntrese. La primera pareja tuvo un pésimo puntaje, la segunda, una joven y yo, también. Pero la tercera, estuvo peor. Quisiera recordar algunas de las preguntas, pero sobre todo mis estúpidas respuestas, porque sé que las hubo.
Así que con uno de los puntajes más bajos en la historia de ese concurso, éste servidor y amigo junto con una señora pasamos a batirnos demostrando quien de los dos tenía el poder de la concentración.
Ubicados ya dentro de unas cabinas aislantes de sonido y mirando el tablero con sus 30 cuadros se inició el duelo. Pasaron varias posibilidades de hacer parejas y Don Julio E. nos llamó la atención. Habíamos dejado pasar varias oportunidades de unir dúos. Si no lográbamos, habría cambio de concursantes.
Mi rival logró la primera pareja y así no salvamos de salir por la puerta de los despistados. Poco a poco, creo que mejor lento, fui haciendo puntos. Desperdicie muchas oportunidades, no logre hacer tres seguidas. Por cada acierto, una bella asistente ponía cerca de la cabina un fajo de billetes con una bomba inflada de gas y que anunciaba el número de parejas hechas.
Así que de tumbo en tumbo fui participando hasta que se acabaron las opciones y apareció el famoso jeroglífico que estaba acumulado en 500 mil pesos. El animador me dijo entonces que adivinará y estuve muy cerca de acertar. Aún así no sabía si yo era el ganador.
Vino luego la pregunta de Don Julio E. quien no pudo ocultar su ofuscación cuando le respondí que no estaba seguro de ser el vencedor. Finalizado el programa, se acercó la contrincante y muy seria me dijo:
n Oiga, deberíamos repartir el premio, porque yo era la que debía ganar. Usted todo el tiempo se la pasó en otro planeta.
Me miró bien feo y se fue con un acompañante.
Los premios me los entregaron un sábado de septiembre. Exactamente era el Día del Amor y la Amistad. Cambié el cheque y nos fuimos esa noche con mi mujer, mis hermanos y sus parejas a las discotecas de la famosa avenida Pepe Sierra a celebrar tamaña suerte. Y todo por haber estado “concentrado”. ¿Qué tal si no?
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