Siempre he sido la versión fracasada de Don Juan Tenorio. Pese a que soy bien aceptado por las mujeres, ellas siempre ven en mi un familiar “tierno, como acostumbran a decirme. De tal forma que resulto siendo un hermano, padre, primo, amigo de la infancia y ahora el abuelito. Cuando hay posibilidades de ir mas allá, mis flirteos no son de lo mejor y aunque la faena sea estupenda, termino sin siquiera cortar rabo de consolación.
Cualquiera que me observe al paso podrá pensar que soy un experto en asunto de la seducción y están muy equivocados. Pero una vez, un experto play boy criollo creyó reconocer en mi, múltiples habilidades para el cortejo y quedo convencido que lo superaba. Todo esto, un verdadero suceso en mi vida, ocurrió gracias a una de mis tradicionales despistadas.
Sucedió en la ya nombrada Cumbre de Presidente y Jefes de Estado de Iberoamérica realizada en Cartagena en el año 95. En ese intenso trajinar confluimos cientos de funcionarios de diversas entidades y unos se creían de descendencia real. Entre ellos sobresalió un trabajador del Ministerio de Relaciones Exteriores, que estaba inscrito en la carrera diplomática y ya había tenido algunas oportunidades en uno que otro país..
Dicho personaje no pasaba desapercibido porque su cabeza giraba permanentemente 360 grados buscando una mujer. Cuando la encontraba, se transmutaba, levitaba colgado de su mirada y aterrizaba junto a ella como todo un galán de cine.
Constantemente este Juanito criollo entraba a la sala de prensa y desde allí llamaba a todo el país. Parecía que estuviera en un control diario de su harem. Muchas veces tuve que pedirle que bajara el tono de la voz para que no incomodara a los periodistas que laboraban a esas horas.
Él también se hospedaba en el hotel Caribe, así que nuestro contacto visual era frecuente, ya fuera en el mismo sitio, en el Centro de Convenciones o charlando amenamente con las bellas chicas contratadas para el gran certamen.
Tenía ya varias amigas entre las chicas que brindaban información a la prensa extranjera, las guías y también entre las niñas que representan determinadas marcas comerciales. Como acostumbro hacerlo, fui muy atento con ellas y les conseguía detalles de recuerdo del certamen, entradas para que asistieran a las fiestas programadas para la prensa y de vez en cuando llamadas telefónicas a otras regiones del país. Así que cuando pasaba por su lado siempre me saludaban, me llamaban y me regalaban cositas. Todo esto no pasó desapercibido en nuestro Juanito nacional quien se convenció que yo era “El Seductor”.
Cierta vez tuvimos un pequeño enfrentamiento porque me vi en la obligación de ordenarle que abandonara la sala de prensa porque conversaciones tan sonoras afectaban el ambiente de trabajo. En ese brevísimo momento, el sintió la ley de la gravedad jerárquica, porque Presidencia de
la República mata a Cancillería.
Allí nació cierta mutua antipatía que estalló cuando fui desterrado de la estupenda habitación que tenia, para entregarla a un asesor de nuestro presidente (los de arriba pisan a los de abajo) y me enviaron a compartir cuarto nada menos que con nuestro Don Juanito Terror.
Cuando lo busqué para contarle la “buena nueva” la creyó tan absurda que rió hasta más no poder. Cuando tuvo la certeza que hablaba en serio de inmediato fue a buscar a alguien que pudiera revocar ese traslado. No fue posible, así que no tuvo más remedio que obedecer.
Pero antes de consentir mi ingreso a la habitación y en tono casi majestuoso me dijo:
- Mire hermanito, honestamente su llegada dañó mis momentos íntimos que no tienen hora, ni fecha ni calendario. Pero eso no significa que por usted voy a dejar de tenerlos. Lo mismo creo que piensa y considero que ha sido el más afectado.
- Así que para respetarnos esos momentos, debemos de tener alguna clave para no perjudicarnos. Se me ocurre que la mejor forma , si alguno está con una mujer en la habitación, es colgar el letrerito de “no molestar” y el que llega sabe que hay acción. Entonces lo único que hace es golpear una sola vez, va a dar una vuelta regresa a la media hora, con el compromiso de respetar ese lapso.
- ¿Qué le parece? ¿Está de acuerdo o tiene alguna otra idea?
- No, ninguna, así está bien, le respondí sin imaginarme lo que afrontaría.
Acomodé mis cosas en el cuarto y salí al Centro de Convenciones. Regresé como a las ocho de la noche con ganas de acostarme y dormir un poco de televisión. Cuando fui a abrir la puerta estaba el aviso de “no molestar”. Golpeé y me fui a la sala de prensa a llamar a mi familia en Bogotá. Regresé luego de una hora y la contraseña ya no estaba. Ingresé, la habitación estaba sola así que me acosté.
Dormía perfectamente, cuando entró mi compañero de habitación. Eran las 12 de la noche. Llegó bebido y comenzó a llamar por teléfono y al mismo tiempo le sonaba su celular tamaño panela de la época. Así pasaron los minutos y hablaba por un lado y luego por el otro.
- ¡Hola deje dormir que yo debo madrugar a las 5 y 30 para ir a la emisión radial del noticiero oficial!, le dije varias veces, pero solamente hasta después de la una se silenció el sujeto.
Trasnochado cumplí con mi labor y sobre las ocho de la mañana decidí ir a la habitación a dormir unos minutos para recuperarme. Al disponerme a abrir leí el consabido “no molestar”. No tenía tiempo para dar la pactada vuelta de media hora y regresar. Por la noche sucedió lo mismo y luego del golpe en la puerta y de los 30 minutos de espera pude entrar a descansar pero las incesantes llamadas fueron otra pesadilla.
Nuevamente sin dormir bien, seguí para mi rutina y después fui a averiguar si alguno de mis compañeros me recibía. No lo logré y sucedió otra vez la misma historia. Ya al tercer día de martirio decidí estar pendiente para entrar a descansar directamente sin tener que esperar. Estaba en el noveno sueño cuando la puerta se abrió y un par de risas ingresaron. Después lo hicieron mi compañero de habitación y su compañía de turno.
- Hola, me dijo, debería estar trabajando. ¿Ya sale?
- Mire hermano, no he podido dormir por su culpa. ¿Y ahora que creí que podría hacerlo viene a despertarme? le recriminé:
- Además, le recalqué, viene a hablar de trabajo, cuando usted está parece que está es en comisión sexual. Y me levante y salí de la habitación.
Iba por uno de los pasillos y mis amigas me llamaron para pedirme un favor, algo que muy normal en ellas.
- Jhonnycito, me dijo la de rasgos orientales, imagínate que estoy con un guayabo terrible y para la hora de mi almuerzo, ¿me prestas un rato tu habitación para dormir un poco?
- Claro, no hay inconveniente. Pero te recomiendo que coloques el aviso de “no molestar”. Si escuchas que golpean no hagas caso que es mi compañero de habitación y con el ya tenemos un acuerdo.
Listo dijo la muchacha, le entregué la llave y me olvidé decirle lo de la media hora de tiempo para dejar la alcoba. Obviamente mi amigo fue acompañado, regreso según el tiempo convenido y el aviso seguía allí. Por la noche pasé y una de las amigas me entregó la llave que dejó la chica dormilona. Llegué a la habitación, estaba el cartelito de “no molestar”, golpee varias veces y como no obtuve respuesta seguí. No había nadie. Cerré no sin antes retirar la cartulina impresa.
Al rato entró el otro inquilino habló como todas las noches. No le dije nada. Amaneció fui al estudio de radio instalado en el mismo hotel Caribe y sobre las 8:30 de la mañana cuando pasaba por el pasillo hacia el restaurante, las niñas me saludaron y la de ojos rasgados me agradeció el favor hecho. Las otras se enteraron y mi llave comenzó a rotar entre ellas y a esa habitación ingresaron hasta tres jóvenes a descansar un rato.
Un día se les olvido poner el aviso de “no molestar” y Juanito Tremendón entró con su amiga y encontró el trío de bellas muchachas. Una de ellas atinó a decir que me estaban esperando, ante lo cual el gran seductor no tuvo más que retirarse. Así sucedió en varias ocasiones y hasta cierta tarde que entré a la habitación con dos de las chicas porque urgente debía cambiarme la camisa, mi compañero salía y no pudo dismimular su envidia.
La última noche de estadía, ya clausurada
la Cumbre Presidencial, decidí dormir temprano porque estaba seguro que Juanito tendría despedida en el cuarto .Puse entonces el aviso y me quede dormido profundamente hasta el otro día. A las 7 y
30 a.m. No oí nada. Cuando salía con mi equipaje observé que Don Juan dormía en una silla en el pasillo.
- Hermano, despierte y vaya a dormir, le dije mientras lo sacudía.
- Hummmmm, dijo estirando sus extremidades. Bueno menos mal que usted se va primero. Yo me quedo dos días más. No había conocido un tipo con tanto éxito con las mujeres y además en grupo. Hermanito, me quito el sombrero y ojala nunca más tenga que compartir habitación con usted. (?)