miércoles, 13 de abril de 2011

Sexo y costura


Para celebrar  el Día del Amor y la Amistad, tuvimos con mi novia la gran idea (ganas) de ir a una de las tantas residencias recién inauguradas del sector de Chapinero. Solamente disponíamos de dos horas para honrar esa gran fecha.

Los relojes marcaban las ocho de la noche. Habíamos ido a cine, luego a comer pollo en la 63 con Caracas.   Así que lo mejor para finalizar el estupendo programa era conocer uno de esos lugares. Estábamos muy cerca, como si todo hubiera sido planeado.

Pero perdimos los primeros 10 minutos en dos  residencias ubicadas una junto a la otra. Estaban llenas, y sin embargo el portero “fue a mirar” si alguna pareja  ya había claudicado. No, todas  gozaban de buena salud. Pasamos a otra casa que estaba al frente y de cuya existencia nos dimos cuenta no por la parejas que entraban y salían, sino por el señor con una ruana roja,  que nos llamó y aseguró que ahí si habría “cupo” en unos momentos.

Entramos. Yo no era muy conocedor de estos lugares y mi chica menos. Era la primera vez que ella……..entraba a una residencia. Lo curioso para ambos entonces fue encontrar una sala de recibo, como en un consultorio, con varias parejas sentadas, esperando su turno.

El asunto era muy incómodo. Las mujeres tenían la mirada dirigida al suelo. Nosotros, los hombres, nos mirábamos las parejas de reojo. Pasaban los minutos y nada que anunciaban un número, suponía, porque por apellidos, si que ni de fundas.

Por fin, hicieron seguir a una pareja. La del señor calvo, bajito y gordo, con la muchacha también con sus kilitos y de vestido verde. Entendí que era una fila, pero todos sentados. A ese paso, nuestra oportunidad se iba con el tiempo, el desespero nos tenía exaltados.

No pude más y fui donde la señorita de esa recepción.

-          Buenas noches señorita. Mira, lo que pasa es que se me acaba el tiempo que me dieron los suegros para llevar a su hija. Me puede ayudar, por favor, debe haber una habitación libre. Mira que quedarse con las ganas es malo…..

La señorita sonrió. Ufff buena señal.

-          Espera, me dijo, agarró el auricular y  llamo: Alo, Mayra, ¿sabes si la señora Magola utilizará esta noche el cuarto? ¿No sabes? lHummm, Si, cierto, es pura suerte. Le diré eso y colgó .

-          A ver, comenzó a hablar muy sería, hay una habitación pequeña con su cama y lo todo lo demás. Pero allí es posible que la utilice también una de las señoras que trabaja acá, porque allá se arregla la ropa de cama. Lo más seguro es que ella esté pendiente del servicio a las habitaciones, pero esa es apenas la única posibilidad que existe. Es bajo su responsabilidad.

Me encontraba tan emocionado por la posibilidad, que no le puse atención a la parte final. Así que terminaríamos la noche 

-          Como nos queda poco tiempo, nos arriesgamos. ¿Pero me hará una rebajita no?

Listo dijo la chica. Pero tiene que salir. Afuera lo espera el empleado del parqueadero y él los va a hacer seguir por otra puerta, porque si lo hacen por acá nos linchan. A ese muchacho  le paga  el precio que convenimos.

Hice una seña para que se parara, ella, mi novia, la tome de la mano y le dije en voz alta:

-  Linda, ¡mejor vámonos! y lo hice enfatizando en forma sádica la frase, para dejar en el ambiente de ese lugar la “impotencia” contra las circunstancias. No le dije nada de los detalles de la habitación ni mucho menos de una posible irrupción.

Efectivamente, salimos y entramos por otra puerta. Ella sonrió y me apretó la cintura. Cruzamos un patio y entramos a una alcoba bien amoblada, solo que en un rincón había un objeto grande tapado con una lona. Pagué lo acordado al muchacho. Por fin la hora que quedaba era toda nuestra. La pasión se despertó con muchas más ganas con las que entró.

No habían pasado diez minutos, estábamos desnudos, cuando tocaron a la puerta.  Sorpresa.

Abrí y entró una señora ya de edad, sería, bajita, con uniforme azul y blanco y una talega de tela. Permiso, sigan, no se preocupen que yo vengo a hacer mi trabajo. Caminó hasta el fondo, quitó la lona y apareció una máquina de coser Singer.. Sorpresa.

MI amor, por que la dejaste entrar, interrumpió nuestra privacidad, sácala, a la vieja.


-          ¡Qué falla!, el tradicional sonido de la Singer se tomó el ambiente, mientras que en nuestros corazones las puntadas del amor carnal se iban descociendo.

Me senté desnudo sobre la cama, ella, mi novia, a medio sentar en la parte de arriba. Pasaron los minutos,  la señora cosió y cosió sabanas. Recogió, tapó la máquina de coser y salió. Nosotros lo hicimos detrás de ella. Nuestro Día de Amor y Amistad había terminado de la forma más original:  En una residencia y de espectadores desnudos de una sesión de costura.


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