viernes, 1 de abril de 2011

Dos veces en el mismo bus....




Vivía en el occidente de la ciudad. Para llegar al trabajo requería de dos transportes, excepto, si estaba con la suerte de mi lado, podía tomar solamente un bus, pero era una ruta que nunca tenía horario fijo.

Hacía ya muchos meses que no lograba toparlo. Su  trayecto era: Calle 53, avenida Boyacá, calle 26. Me quedaba perfecta esa línea porque me dejaba frente al periódico. Ante la irregularidad de ese recorrido, entonces no quedaba otra que subirme a un bus por la calle 53 hasta el coliseo El Salitre y allí hacer trasbordo por la avenida 68 para apearme en la calle 26.

Pero una mañana, que sorpresa. El bus puerta a puerta se acercaba. Precisamente, ese día se me había hecho tarde. Esa aparición me produjo el mejor de los alivios.

Subí y al fondo encontré asiento libre. Respiré, me frote las manos y me puse a observar por la ventana. También miraba a los parroquianos que también se encaramaban al bus. La muchacha con uniforme azul, que debería ser secretaria, la señora con un sastre gris, fijo que era empleada oficial. El clásico señor de 50 años con su periódico bajo el brazo. No podía faltar la bella chica de falda corta de paño escocés  y piernas macizas.

El bus llegó a la avenida Boyacá, lo cual significaba que estaba a unos cinco minutos de mi destino. Sólo faltaba que llegará a la 26, pasara por debajo del puente vehicular, girará por  la respectiva oreja y siguiera directo hacía el oriente.

Todo se desarrollaba normalmente, hasta cuando el bus se detuvo debajo del puente para recoger y dejar pasajeros. En una milésima de segundo dude y me convencí absurdamente que ese bus no me servía pues se había detenido allí lo que según mis deducciones, significaba que seguiría no giraría. 

- He debido cerciorarme, me reproché. Y me consolé diciéndome que posiblemente era otra ruta que seguía el mismo trayecto hasta ese sitio. Claro, eso era  y de inmediato me puse de pie., el vehículo ya empezaba a andar y timbre.

Baje apresuradamente planeando la única alternativa que tenía para  superar mi despiste: atravesar la caótica Boyacá e irme corriendo hasta el final del puente vehicular y allí subirme en lo primero que pasara.

Efectivamente, cruce esquivando carros y esos 40 metros debajo del puente los hice por ahí en cinco segundos. Salí a la avenida 26, venía un bus, le hice la señal de pare y se detuvo. Jadeando como  buen velocista subí, metí la mano al bolsillo, pagué mi pasaje y me fui al hacía la parte de atrás..

Respiré profundo y me llamaron  la atención unas macizas piernas cubiertas por una falda de paño a cuadros conocido como escocés.

-          ¿En dónde miré esas piernotas? me pregunté y creo que voltee mi mirada al infinito buscando respuesta. 

A los segundos recordé. Hice una rápida observación ocular y me encontré con los ojos de la chica piernuda, también de la secretaría, la funcionaria y la del señor que leía el periódico. Me limpié el sudor y timbré. Ese tramo entre la avenida Boyacá con 26 y la sede de El Tiempo, era muy corto.

Luego de bajar, miré de reojo hacia el bus. Muchos pares de ojos me seguían  expectantes..



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