Cartagena. Centro de Convenciones. Se desarrolla en esta ciudad en el mes de junio del año 1994, la IV Cumbre Iberoamericana de Presidentes y Jefes de Estado. El despliegue humano es inmenso. Allí en ese mar de nacionalidades, de profesiones, responsabilidades, se encuentra quien escribe.
Todos los funcionarios debemos responder por varias actividades. A parte de la recolección y despacho de información, está la atención diaria a los más de tres mil periodistas que cubren tan magna reunión.
Un día mi misión es guiar a un grupo de comunicadores para la rueda de prensa que varios mandatarios ofrecerán en el auditorio de Getsemaní. Para el efecto, debo ir hasta la puerta de entrada del Centro de Convenciones, y en una estricta fila llevarlos al lugar ubicado en el segundo piso.
A la hora convenida, los colegas se reúnen, les explico las instrucciones y les hago énfasis en que deben hacer fila para el ingreso y así, ordenados, tienen que seguirme hasta llegar al destino en donde se ubicarán en el sitio especialmente asignado.
Doy la indicación para que sigan e iniciamos la marcha. Por lo menos son unas 100 personas entre periodistas, camarógrafos y fotógrafos. Todos van muy juiciosos detrás de éste, su guía.
Subimos al segundo piso, lugar en donde se encuentra el auditorio. Para llegar a el, hay que caminar un buen trecho porque está ubicado casi al fondo. Por todos lados hay congestión. Los idiomas se confunden. Entre ese desorden brillan por su elegancia y porte, una escuadra de la Armada Nacional , que se alinea en medio del gran pasillo.
Vamos por la mitad del piso, cuando me dan unas incontenibles ganas de orinar. Despreocupadamente cambio de rumbo y me dirijo al baño. Pasó por en medio de los elegantes militares uniformados de blanco. Estoy por llegar a mi imprevisto destino cuando un grito se eleva desde un extremo y acalla esa torre de Babel:
- ¿Jhonnyyyyyy para donde va si los tiene que llevar al auditorio?
Quien me hace aterrizar es mi compañero Luis Rojas. Me conecto nuevamente a la realidad, cambio de dirección cardinal, giro mi cabeza y veo una larguísima fila de personal de prensa de muchos países que camina entre los soldados, como una culebra que zigzaguea entre los árboles.
Cumplo mi delicada misión. Obviamente mi proceder es conocido en instantes y sirve como una recomendación adicional: “No se les ocurra hacer lo mismo que a Jhonny López, que cree que lo mejor es llevar primero a los periodistas en fila a que hagan pipi y ahí sí, que entren a trabajar.
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